Los retos de la resiliencia energética en un mundo interdependiente

Los retos de la resiliencia energética en un mundo interdependiente

La nacionalización energética es una medida ante fenómenos catastróficos y debe considerar la vulnerabilidad del Estado ante el cambio climático.

I. Introducción

El crecimiento acelerado de los últimos 50 años ha convertido a las ciudades en los núcleos de gobernabilidad de las naciones, añadiendo complejidad a las múltiples labores y obligaciones del Estado.1 Las ciudades, como unidad de análisis, se han vuelto clave en la gobernanza del cambio climático, tanto por su contribución en emisiones como por su vulnerabilidad ante los fenómenos extremos. Entre las múltiples aristas que se ven afectadas por estos fenómenos catastróficos, y que contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero, están los centros de generación de energía, erigidos como infraestructura estratégica necesarios para el funcionamiento de las ciudades. Dentro de los estudios de desastres y resiliencia, entendida como la adaptabilidad a los efectos de fenómenos catastróficos y cambio climático2, los sistemas energéticos son fundamentales ante las múltiples amenazas. En este contexto, resalta la importancia de mantener la resiliencia de tales sistemas como una prioridad para la operación eficaz de las ciudades y para la seguridad y soberanía nacional.

El presente texto tiene por objetivo describir el rol de la resiliencia energética en el manejo de desastres y su relación con el ejercicio de la soberanía energética como una prioridad para la seguridad nacional. El argumento es que la nacionalización de la generación de energía obedece criterios de seguridad y resiliencia ante los crecientes fenómenos catastróficos, y que la complejidad de la interdependencia energética actual presenta tanto oportunidades como amenazas para la justica energética. Es importante entender la problematización que tanto la resiliencia como la soberanía presentan para el desarrollo y planeación de los sistemas energéticos. A manera de ejemplo, se describen el caso europeo y el caso mexicano.

II. La resiliencia energética

Los estudios de desastres tienen como fin entender y analizar la relación de sistemas socioambientales3 con los fenómenos catastróficos que amenazan su día a día. Al ser estudios multidisciplinarios, estos centran como objetos de análisis tanto los peligros como las vulnerabilidades de dichos sistemas, por lo cual se pueden encontrar investigaciones en materia de fenómenos naturales y sociales, como huracanes, sismos, guerras, pandemias, entre otros4. Asimismo, existen estudios de la interacción de dichos fenómenos con las condiciones de pobreza, desigualdad, debilidad institucional, fragmentación política, entre otras variables que delimitan sus impactos.5  Una de las variables importantes en los estudios de los desastres, y que ha sido una capacidad clave en el Marco de Sendai para la Reducción de Riesgo de Desastres, es la resiliencia, entendida como la capacidad de los sistemas para regresar a su estado original tras una disrupción, o incluso a un estado mejor (build back better).6

En este sentido, la resiliencia energética, definida como la habilidad de un sistema de energía de retener, reaccionar y superar las perturbaciones causadas por un shock económico, social, ambiental o institucional, se basa en la capacidad para adaptarse al cambio.7 En criterios técnicos, esta implica el mantenimiento de la funcionalidad del sistema.8

Ante un fenómeno catastrófico, los cambios en la capacidad de suministrar la energía requerida pueden ser utilizados para medir la adaptabilidad del sistema ante el fenómeno. Para la operacionalización de la resiliencia se puede utilizar una Medición de Desempeño,  como la razón entre la energía distribuida y el total de energía demandada por una comunidad.9 Otras maneras de capturar el nivel de resiliencia energética de un sistema pueden implicar criterios de acceso a la energía, eficiencia del sistema y participación de las energías renovables. El ejercicio realizado por Gatto y Drago (2020) considera un índice con características de este orden, resaltando México en la posición 24 en la materia.10 La resiliencia energética es particularmente importante, no sólo por el sostén que los sistemas eléctrico y energético dan a la producción económica de una región, sino también por las actividades cotidianas que se ven alimentadas por dicho sistemas.

En adición, esta habilidad juega un doble rol con el cambio climático. Por un lado, gran parte de las acciones de mitigación implican la transición energética a sistemas de generación renovable (solar y eólico) que a la par deben ser adaptables a fenómenos cada vez más intensos, ya sea mediante redes inteligentes, sistemas de almacenamiento u otras estrategias.11 La resiliencia energética es menester entonces para el mantenimiento de las actividades de una población, en especial en un contexto en el cual los cambios en temperaturas, lluvia, velocidad del viento y aumento del nivel del mar representan amenazas para los sistemas energéticos, desde la producción y suministro de combustibles fósiles y materiales para la construcción de sistemas de generación, hasta la demanda de energía cambiante por los efectos de cambio climático. .

Por ejemplo, la generación de electricidad por fuentes fotovoltaicas puede disminuir ante el calor extremo, ya que este es una de las fuentes de pérdida de eficiencia de los paneles solares, a la par del aumento en la demanda de energía por sistemas de clima y enfriamiento en las industrias y en el hogar. Esta disminución en la oferta y aumento en la demanda se ven exacerbados por la disminución en capacidad de transmisión que sufre el cableado de distribución ante las altas temperaturas. Estas condiciones exigen medidas de adaptación para el mantenimiento del sistema eléctrico, las cuales van desde medidas de enfriamiento para los paneles fotovoltaicos, hasta la instalación de equipo de clima y enfriamiento más eficientes en casas y edificios.12 

Dado lo anterior, toma relevancia el rol de las ciudades, núcleos económicos y sociales de los países, claves para la seguridad nacional, y que sostienen su quehacer diario mediante el consumo de electricidad o gasolina. Por ejemplo, ¿qué pasaría si por dos días la Ciudad de México no tuviera acceso a la electricidad? Ante el cambio climático, el planteamiento de ese tipo de preguntas es cada vez más plausible. Cabe resaltar que el mismo diseño de las ciudades juega un rol importante en su desempeño energético. Tanto la reglamentación en edificaciones y electrodomésticos, como el tipo de transporte favorecido por la planeación urbana, pueden moldear las contribuciones de la ciudad al cambio climático y su capacidad resiliencia. Aplicando el ejemplo más allá de los centros urbanos, las comunidades rurales y periurbanas también tienen requerimientos para la resiliencia energética, ya sea para el mantenimiento de sus actividades económicas o para el aumento en calidad de vida.

III. La soberanía y la problematización de la resiliencia

Si bien la resiliencia energética sigue un criterio de adaptación a fenómenos catastróficos y justicia energética, ¿cuál es el rol de la soberanía energética en ello? En el mundo globalizado del siglo XXI, las cadenas de suministro y producción no solo incluyen bienes de consumo y servicio, sino que también consideran materia prima para la generación de energía (tecnología y combustibles) hasta para su consumo final. Un ejemplo de lo anterior es la red interconectada de las Californias. Si bien esto fortalece y diversifica la capacidad de provisión de energía y electricidad, también contribuye al establecimiento de eslabones e interdependencias que pueden abrir nuevas vulnerabilidades al sistema energético. La soberanía energética, que contempla la promoción de accesibilidad, reconocimiento, sustentabilidad y autosuficiencia, tiene como retos el desarrollo tecnológico y el cambio en la organización para poder conseguirla o promoverla14, lo cual genera un dilema entre la diversificación, la autonomía en la generación y en el consumo de energía. Esto se ve ejemplificado en la investigación de Thaler y Hofman (2022), en la que señalan que los sistemas eléctricos transfronterizos presentan un dilema entre sustentabilidad y autonomía con  una trinidad imposible, la cual permite a los países tener energía limpia al perder su autonomía, o tener energía sucia con autonomía a cambio de emisiones de gases de efecto invernadero. A la par, para garantizar la seguridad y la justicia energéticas que den la mayor cantidad de servicio al precio más competitivo, los países tienden a interconectarse para disminuir la intermitencia que el desarrollo de sus sistemas renovables podría presentar durante su desarrollo, añadiendo una arista adicional de complejidad.15

Uno de los ejemplos más recientes es la carbonización de la matriz energética de Europa ante la guerra de Rusia con Ucrania. Una de las múltiples consecuencias del conflicto ha sido el corte de suministro de gases naturales y productos petrolíferos a los países del occidente europeo. En respuesta, y contraviniendo los compromisos contra el cambio climático a favor de la justicia energética y la provisión de servicios públicos, varios países han recurrido a incrementar su uso de carbón, e incluso promover mecanismos financieros para clasificar los proyectos de ciclos combinados y generación nuclear como “verdes”, incentivando así su inversión.16

La escasez del gas natural, segundo energético más utilizado en la Unión Europea, puso en el mapa la discusión sobre el uso de la energía nuclear en los países del continente, que en gran parte respondieron en primera instancia con el aumento en carboeléctricas a expensas de un incremento de emisiones de CO2.17 Se repite la trinidad imposible, al estar la seguridad, la autonomía y la sustentabilidad en jaque tras existir un conflicto armado que invita a la desconexión de la cadena de consumo de gas natural ruso en la Unión Europea. En un escenario de inviernos cada vez más fríos y veranos cada vez más calurosos, lo anterior toma relevancia en los picos de demanda de electricidad.

El caso mexicano puede no distar mucho del europeo, ya que para el norte del país la importación de gas natural es fundamental en la generación de electricidad. De acuerdo con el SIE, en los últimos años la importación diaria promedio ha sido alrededor de 1,201,000,000 pies cúbicos de gas natural, tan sólo desde 2014 a 2022, con un decrecimiento importante en los últimos tres años (figura 1).

Esta importación es necesaria para la generación y provisión de electricidad a la población y a las actividades industriales cercanas en la frontera. A pesar de lo anterior, se ha abierto la puerta a un nuevo riesgo al establecer una interdependencia con la infraestructura energética de Texas, la cual en febrero de 2021, se vio vulnerada por una helada que cortó los suministros de gas y la provisión de electricidad en la región. Los cortes dejaron a millones de personas  sin electricidad por días, pues existían picos en la demanda de electricidad y escasez en la producción de los energéticos necesarios para su generación.18

Ante este tipo de independencia, resaltan los esfuerzos que México ha realizado respecto a su importación de gas natural. Como se observa en la figura 1, la frontera ha consumido menos gas y aumentado su autonomía para la producción de electricidad con el tiempo.

Figura 1: Volumen de importaciones de gas natural por punto de internación

Sistema de Información Energética
Petróleos Mexicanos
Volumen de importaciones de gas natural por punto de internación
Vigente a partir de 1993
(millones de pies cúbicos diarios)
  I/2014 I/2015 I/2016 I/2017 I/2018 I/2019 I/2020 I/2021 I/2022 I/2023
                     
Ciudad Juárez 258.5903 46.81507 46.73254 34.20302 25.55283 19.3259 18.7848 22.56139 21.4185 11.64967
Monterrey 412.8208 449.1223 382.4884 337.1519 317.2985 295.6442 233.5029 230.6365 165.1332 50.84751
Naco 34.01851 6.842964 4.533203 5.076816 6.986079 1.166168 0.986859 1.004631 2.99442 0.634185
Piedras Negras 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Reynosa 534.8743 260.3365 229.9151 309.2945 372.0601 316.8662 226.9296 246.2387 111.9254 18.82059
Rosarito 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
Manzanillo 107.4057 7.999515 0 0 0 0 0 0 0 0
Camargo 10.07593 558.8645 1166.982 1054.062 577.2168 333.6251 372.8554 404.1543 230.6279 95.25893
                     
Total 1357.786 1329.981 1830.651 1739.789 1299.114 966.6276 853.0595 904.5955 532.0995 177.2109
                     

Fuente: Sistema de Información Energética con información de Petróleos Mexicanos.19

 Resiliencia energética gráfico copia

Estos casos son ejemplos de la compleja relación que hay entre la resiliencia y la soberanía energética. Por un lado, la interdependencia permite y diversifica los tipos de energéticos utilizados, disminuyendo también precios durante los procesos de generación y distribución, mientras que por el otro, exige mayores estándares y preparación para responder ante fenómenos transfronterizos, como los causados por el cambio climático. Es precisamente en esa coyuntura donde se encuentra el desarrollo del sistema energético nacional.

IV. Conclusiones

El objetivo de este artículo fue establecer la problematización para el desarrollo de la resiliencia energética de los países y de su relación con la soberanía energética. A través de dos ejemplos concretos, se muestra cómo la nacionalización de los sistemas energéticos obedece una lógica de seguridad y provisión de servicios ante los múltiples retos que la interdependencia de la generación energética trae frente al cambio climático, fenómenos catastróficos, o conflictos sociales. Lo anterior no implica que todos los países deban converger en una autarquía energética basada en carbón y combustibles fósiles, sino que los instrumentos de planeación nacional, como la Estrategia de Transición para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios, deben considerar el rol de la resiliencia energética y de las capacidades de sistema energético para responder a los fenómenos que traerá consigo el cambio climático, y a la par, establecer medidas para mitigar esos efectos. La transición al uso de tecnología renovables (como la solar y la eólica) deberá ir más allá del mero establecimiento de plantas de generación y dotación de permisos, y tendrá que estar  acompañado de sistemas de almacenamiento, programas de protección civil y de continuidad de operaciones ante catástrofes, así como de un robustecimiento de las cadenas de valor en el país para el desarrollo y mantenimiento de esas tecnologías.

Referencias

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